Día cero. Preparación del viaje a Londres. Vuelos, alojamiento, documentación.

Cambio de la guardia en Buckingham Palace.

Todo comenzó en abril. Cansados ya de las típicas vacaciones de playa y/o montaña por el país, tanto los niños como los mayores teníamos ganas de viajar al extranjero.




Barajamos distintos destinos, hasta que finalmente nos decidimos por Londres. Esta ciudad ofrece suficientes atractivos tanto para adultos como para jóvenes. Y además, así todos podríamos practicar nuestro inglés.


Vuelos a Londres.


Así que comenzamos a buscar hoteles y transportes. Primero miramos los vuelos. Para ello, hay numerosas páginas web de distintas agencias de viajes, donde podréis consultar vuelos y precios.


Edificio del Parlamento de Londres.
También podéis ver las páginas web de las compañías aéreas, por si hay más plazas disponibles, o mejores precios.

De esta manera, descartamos ciertas fechas de partida, en las que las plazas que quedaban libres, o eran muy caras, o nos obligaban a viajar a horas muy poco adecuadas para ir con niños.


Con esta primera criba, redujimos las fechas de salida a solo 2. Ahora sólo era cuestión de buscar un buen hotel o apartamento, y ver si había disponibilidad de alojamiento para esas fechas.


Alojamiento en Londres.


Y aquí empezaron los problemas. Utilizamos para esta búsqueda varias páginas web, aunque las más útiles que encontramos fueron tripadvisor.es, atrapalo.com y booking.com.


Enseguida nos dimos cuenta de que deberíamos haber comenzado nuestra búsqueda con varios meses más de antelación.


Si bien es más sencillo cuando viajas solo o en pareja, si vais con 2 niños (en nuestro caso de 10 y 9 años, respectivamente) la búsqueda complica, especilamente si queréis viajar en verano.

Hay menos alojamientos, sobre todo si valoramos mucho la proximidad de los alojamientos al centro de Londres, con el fin de que los trayectos en transporte público dentro de la ciudad sean más cortos. A diferencia de otras capitales europeas, en Londres, una vez que te alejas del centro, las distancias entre unas estaciones de metro y otras pueden ser bastante considerables, por lo que la cercanía de una boca de metro es un aspecto importante a considerar a la hora de elegir hotel (además del precio adicional que supone en los billetes de transporte).


Mapa de las zonas 1 y 2 de los transportes de Londres.

Tras una primera semana de intensa búsqueda, no encontramos nada de nuestro agrado, bien por el precio, por la ubicación del hotel, por el aspecto de las habitaciones en las fotos disponibles, o por los comentarios de los viajeros.


Así que comenzamos a buscar apartamentos de alquiler. Aquí la búsqueda no es tan sencilla, aunque al cabo de un tiempo, comienzas a encontrar varias páginas interesantes: booking.comtripadvisor.eswimdu.es, entre otras. Un piso de alquiler podía resultar una opción interesante, tanto por el posible ahorro como por poder elegir uno que estuviera bien ubicado. Y si bien no suelen alquilar apartamentos por menos de una semana, eso para nosotros no era un inconveniente, ya que era justo el tiempo que queríamos pasar en Londres.


Vimos varios pisos interesantes, pero nos encontramos con otro obstáculo. A pesar de que en internet figuraban como disponibles para las fechas en que queríamos viajar, una vez que contactábamos con los administradores o dueños comprobábamos que los datos de ocupación no estaban actualizados, y que ya estaban ocupadas.


Tras más de dos semanas de búsqueda, comenzábamos a considerar la idea de buscar otro destino para nuestras vacaciones.


Entrada del hotel Premier Inn London City Old Street de Londres.Y de pronto vimos un par de hoteles con plazas disponibles, bien ubicados, a buen precio, y con buenas valoraciones, ambos del grupo Premier Inn.


Además, no nos solicitaban fianza alguna para realizar la reserva, lo cual era de agradecer, faltando tanto tiempo hasta nuestro viaje. Y bastante inusual en lo que se refiere a los alojamientos en Londres. Tan sólo se cobrarían el precio de una noche, si el aviso de cancelación lo realizabas antes de las 24 horas anteriores a la fecha de entrada.

Finalmente eligimos el hotel Premier Inn London City Old Street. Se trata de un hotel nuevo, de apenas 2 o 3 años, con una entrada al metro a menos de 100 metros, y con paradas cercanas de varias líneas de autobuses urbanos, de las cuales dos de ellas nos llevaban al mismo centro de Londres.


Documento de reserva de habitación del hotel Premier Inn London City Old Street de Londres.Antes de reservar, comprobamos cuál era la mejor opción, si contratar a través de páginas de viajes, o directamente en la web de la cadena de hoteles.


Comprobamos precios, y vimos que la mejor opción era reservar directamente en su página web. Esta cadena solo dispone de algunas páginas traducidas al castellano, así que tuvimos que refrescar nuestro inglés para hacer la reserva de la habitación.

Una vez hecha la reserva, el siguiente paso era cerrar el tema del vuelo. Visitamos distintas agencias de viajes, físicas y virtuales, y la web de la compañía, en este caso Iberia. Y la opción más barata resultó ésta última.


Por lo que también reservamos el vuelo. En este caso hubo que facilitar los datos de una tarjeta de crédito, para que cargaran el importe por anticipado.


Realizaron el cargo al día siguiente, y a las 48 horas enviaron un mensaje de confirmación por correo electrónico, donde nos facilitaban un número de serie que sería muy útil posteriormente.


Documentación necesaria.



Pasaporte español.
El siguiente paso era solicitar cita para obtener los pasaportes. Si bien se puede viajar al Reino Unido con el DNI, en todas las páginas web aconsejaban llevar también el pasaporte, pues es 'mejor visto' por las autoridades inglesas. Así que entramos en la página de cita previa de la Policía Nacional, y reservamos día para sacarnos los pasaportes 


No obstante, hay que decir que solo lo utilizamos en el control fronterizo de los aeropuertos, ya que en Londres solo tuvimos que identificarnos para los pagos que realizamos con tarjeta, y no tuvimos ningún problema mostrando tan solo el DNI español.


Pero bueno, todas precauciones son pocas, y supongo que no está de más llevar el pasaporte. Sobre todo por si surge algún tipo de complicación, o si se sufre un robo o extravío.

Una vez obtenidos los pasaportes, hicimos uso de las claves facilitadas por Iberia para introducir todos los datos de los viajeros (nº de pasaporte, fecha de nacimiento, etc.). Esto facilita posteriormente el check-in en el aeropuerto, pues así tienen ya todos los datos de los viajeros, y no tiene que teclearlos en ese momento, con la consiguiente tardanza.


Otro trámite a considerar es la obtención de la tarjeta sanitaria europea. Basta con meterse en la web de la Seguridad Social, introducir unos cuantos datos, y en unos 4 días teníamos las tarjetas de toda la familia en casa (las envían por correo ordinario).

Tarjeta sanitaria europea.



Aparcamiento en Barajas.





Página web para escoger el aparcamiento del coche en el aeropuerto de Barajas, Madrid.
Quedaba un último paso: ver dónde dejar el coche en el aeropuerto de Barajas.

Aquí fue todo más sencillo. Hay una extraordinaria web que facilita enormemente la tarea: ParkingAeropuerto.es.


En ella encontrarás todos los aparcamientos disponibles para las fechas del viaje, sus precios, y útiles comentarios de los usuarios.


Nosotros finalmente optamos por el aparcamiento de bajo coste de Aena de la terminal T4, que es desde donde partía nuestro vuelo, aunque había numerosas opciones igualmente válidas.


Cambio de moneda.



Ahora debíamos hacer un cálculo del dinero en efectivo que nos pensábamos gastar, y cambiar nuestros euros por libras esterlinas en nuestro banco de confianza. Has de saber que podrás pagar con tarjeta en casi todos los establecimientos, y que si bien no es fácil en algunos barrios encontrar oficinas bancarias con cajero, en varias estaciones de metro sí que los hay.


Libras esterlinas.

Quedaban un par de cuestiones de planificación por resolver.


Tarjetas de transporte en Londres.



Estuvimos buscando en internet sobre cómo optimizar nuestros viajes en transportes públicos, y los gastos de las entradas a los museos y atracciones que pensábamos visitar. Vimos la tarjeta London Pass, pero no nos resultaba económica para las visitas que queríamos realizar. Finalmente, y para nuestro caso (un par de adultos, y dos niños de 10 y 9 años, respectivamente), llegamos a la conclusión que la opción más económica para movernos por Londres sería comprar una Oyster Card y cargar en ella una Travel Card semanal, para las zonas 1 y 2.
Tarjeta Oyster Card en la que se puede cargar un Travel Card Semanal



No obstante, constantemente están cambiando las ofertas y los precios, y también depende de qué queráis visitar y de las edades de vuestros niños. Pero en todo caso merece la pena que lo llevéis estudiado, ya que os podéis ahorrar bastante dinero. Encontrarás numerosa información sobre el tema en el siguiente enlace: Visit London - Oyster


Otra tarea práctica para realizar antes de salir es consultar dónde tienen las paradas las distintas líneas de autobuses. Para ello, puedes consultar la información disponible en la página web de los transportes de Londres sobre las distintas líneas de autobuses.


Resulta muy práctico llevar imprimidas las paradas de las zonas por las que nos vamos a mover, o tener preparado un enlace a las mismas en el móvil, ya que a veces es difícil saber de qué punto exacto sale cada línea.

Mapa con las líneas de autobuses que pasan por la plaza de Old Street.

Y sobre todo recién llegados, ya que sueles buscarlas en la acera equivocada...


Además, y ya que estamos en la página de los transportes, podemos consultar las líneas de metro que estarán cerradas el fin de semana, ya que suelen aprovechar estos días de menos afluencia de viajeros para realizar obras de mantenimiento.

¡Ya estábamos preparados para viajar a Londres!


Día uno. Aparcamiento, aeropuerto, viaje de ida, llegada, tarjetas de transporte, hotel. Covent Garden.

Y por fin llegó el ansiado día. Salimos de casa rumbo Londres.

Llegamos en coche hasta la M-40, seguimos por la M-13 y, pasado el peaje de salida, tomamos la dirección 'Salidas'. Tras atravesar el control de peaje de entrada a la T4, vamos dejando la terminal a la derecha, hasta llegar al control de salida.
Ruta para llegar al aparcamiento de larga estancia del aeropuerto de Barajas.

Tomamos el carril de la derecha, dirección Burgos, seguimos por la derecha, y en la rotonda torcemos a la derecha.

Aquí seguimos las indicaciones hasta el aparcamiento. Aparcamos el coche, anotamos el número de la plaza donde lo habíamos dejado, y fuimos a la recepción del aparcamiento.

Allí entregamos la hoja de la reserva de aparcamiento, que llevábamos imprimida, y nos dieron un resguardo que habría que conservar para recoger el vehículo.

Conviene recordar bien donde lo guardáis, ya que aunque lo necesitaréis tan sólo dentro de una semana, después de tantas emociones, puede resultar difícil encontrarlo, y sin él no os dejarán recoger el coche para regresar a vuestra casa...
Caseta de recepción del aparcamiento de larga estancia del aeropuerto de Barajas.

Nos montamos en el microbús, que nos llevó de inmediato a la terminal 4 de Barajas.

Este fue quizás el motivo principal de escoger este aparcamiento entre otros muchos: que te llevan de inmediato al aeropuerto. En otros casos, en las webs respectivas indican que la frecuencia de los traslados es entre 15 y 30 minutos.

Ahora había que hacer el check-in. Lo podíamos haber realizado a través de internet, pero dado que hacía tiempo que no viajábamos en avión, preferimos realizarlo de forma manual en el aeropuerto.

Azafata virtual del aeropuerto de Barajas en Madrid.
Allí mismo, había dispuestos un montón de terminales automáticos para realizar el check-in, pero por los mismos motivos nos decidimos por el procedimiento del siglo pasado: acudir al mostrador.

Craso error, porque debido a ello nos asignaron asientos no contiguos. Así que ya sabéis, conviene meterse 24 horas antes en la página de internet de la compañía aérea para reservar los asientos que prefiráis, y poder ir todos juntos.

Facturamos el equipaje, pasamos el control policial, y nos fuimos a la zona de espera. Aquí conviene recordar que consultéis en la página web de la compañía aérea las dimensiones y pesos máximos permitidos para las maletas a facturar, así como los objetos que permiten llevar en el equipaje de mano, ya que si no podríais tener algún problema en los controles policiales, o sufrir un retraso en el paso por los mismos, lo cual puede ser frustrante si llegáis con el tiempo justo.

Enseguida salió en los paneles informativos el número de nuestra puerta de embarque. Si bien no nos tocó desplazarnos hasta la terminal T4S, lo cierto es que la puerta estaba bastante alejada de donde nos encontrábamos. Así que tuvimos que andar bastante hasta llegar a la misma.

Embarcamos. Y una vez ubicados en nuestros asientos, le comentamos a la tripulación la posibilidad de cambiar nuestros asientos.

Cuando habían embarcado ya todos los pasajeros, consiguieron sentarnos juntos de 2 en 2. Desde aquí quiero enviar un mensaje de agradecimiento y felicitación a la tripulación, que fue tan amable y eficiente de conseguir que fuésemos todos juntos. Y a los pasajeros que consintieron en cambiar su asiento.

De esta forma los adultos ya no pasaríamos miedo en el despegue, ya que todos íbamos acompañados de un niño...

Centro de Londres visto desde el aire.
El avión despegó sin sobresaltos y, a pesar de que hacía un sol de justicia, y una temperatura cercana a los 40 grados en Madrid, enseguida el suelo se cubrió de nubes, que no nos abandonarían hasta el momento del aterrizaje.

Llegamos a los cielos de Londres a la hora prevista, y allí el avión tuvo que dar un par de vueltas hasta que la torre de control permitió el aterrizaje.

Mientras tanto, podíamos comprobar desde el aire la inmensa extensión de la ciudad de Londres.

Vislumbramos desde el aparato los jardines de Hyde Park y Holland Park, y todo el oeste de la capital, hasta que el avión tomó tierra en Heathrow.

Bajamos del avión, y tuvimos nuestro primer contacto con la lengua de Shakesperare, cuando tuvimos que pasar el control de aduanas.

Sellos de pasaportes.Mostramos los pasaportes y tuvimos una de las pocas decepciones del viaje. Le pedimos a la oficial que nos atendió que nos sellase el pasaporte, y nos comentó que no ponían sellos.

Como hacía un tiempo que no viajamos al extranjero, no sé si ya no ponen sellos en ninguna frontera, o sólo allí.

Seguimos nuestro recorrido por el aeropuerto de Heathrow en busca de nuestros equipajes. Consultamos unos panales donde indicaban en qué cinta aparecerían nuestras maletas, y fuimos hasta allí.
Terminal T4 del aeropuerto de Barajas.

Una vez recogidas, nos preparamos a afrontar nuestro segundo contacto con el inglés.


Nos dirigimos a la oficina de información de los transportes de Londres que hay en el mismo aeropuerto, como bien nos había indicado un amigo nuestro que había viajado hacía un año.

Allí compramos la Oyster, cargamos la Travelcard, así como un dinero adicional para el trayecto en metro desde Heathrow hasta el centro de Londres (el aeropuerto está en la zona 6 de los transportes, por lo que la Travelcard para las zonas 1 y 2 no nos permitía llegar hasta el centro).Y lo pagamos todo con tarjeta, mostrando tan solo el DNI. Todo esto conviene que lo consultéis con anterioridad en la web de transportes de Londres. En función del número de viajeros, su edad, y el tiempo que vayáis a estar en Londres, os convendrán unas tarjetas y otras.

Hay otras formas de llegar a Londres (tren de cercanías, autobuses, etc.). Pero dada la ubicación de nuestro hotel, el metro era la opción más económica, práctica y directa.


Ruta a través del metro de Londres para llegar desde el aeropuerto de Heathrow hasta Old Street Square.

De hecho, como la línea que sale desde la terminal 4 de Heathrow es la Piccadilly, que atraviesa toda la ciudad de oeste a este, puede ser la opción más práctica de llegar a vuestro hotel en la mayoría de los casos.

Además, al ser comienzo de línea, te aseguras ir sentado durante el trayecto (que hasta el centro de Londres es casi de una hora).

Barreras del metro de Londres.
Así que cogimos el acceso al Underground y tomamos el metro. Para pasar con las barreras con los niños, hay 2 opciones. La primera de ellas, menos aconsejable, es utilizar las barreras normales, pasando nuestra Oyster card por encima del lector amarillo.

Dado que el tiempo que dejan para atravesar las barreras es mínimo, tienes que pasar con el niño muy pegado, para que no se cierre mientras estás pasando y te dé un ligero golpe.

Hay vigilantes en todas las entradas, pero ninguno te pondrá ninguna pega por hacerlo así. Más que vigilantes, debería referirme a ellos como 'ayudantes', ya que son muy amables.
Barreras para minusválidos en el metro de Londres.

La segunda opción, más aconsejable, es la de utilizar la barrera para discapacitados, que hay en gran parte de las estaciones. Se trata de unas barreras con mucha más amplitud, y que tardan más en cerrarse. 

Una vez montados en el metro (sorprende la alta frecuencia de los trenes en todo Londres), atravesamos los barrios periféricos de la campiña inglesa del oeste Londres, viendo desde el metro numerosas casitas típicas inglesas, con multitud de zonas verdes, hasta que finalmente abandonamos la superficie y el metro se interna en el subsuelo de la capital.

Tras una hora, descendemos en la estación de King Cross-St. Pancras, y tomamos la línea Northern hasta la estación de Old Station.
Indicación de salida al exterior en el metro de Londres.

Nos bajamos, seguimos las indicaciones de way out (hay que reconocer que la señalización del metro londinense es bastante buena, hay carteles indicadores y planos por todas partes), y tomamos contacto por vez primera con nuestro ansiado Londres.

Reconocemos la plaza de Old Street gracias a nuestras previas visitas virtuales a la misma a través de Google Earth, cuando buscábamos establecimientos cercanos al hotel donde poder desayunar o cenar, y nos encaminamos hacia el hotel, a escasos 100 metros de distancia de la boca del metro.

Recepción del hotel de Londres.Una vez en recepción, donde todo el mundo que nos atendió fue exquisitamente amable, tuvieron a bien alojarnos, junto con la otra familia de amigos con los que viajábamos, en habitaciones contiguas. 

La habitación estaba muy bien. Mobiliario nuevo, cuarto de baño espacioso y limpio, y armarios sin puertas (estilo inglés).

Había una cama de matrimonio, y dos camas supletorias para los niños. Ello no dejaba demasiado espacio para moverse, aunque sí el suficiente para el uso que le íbamos a dar a la habitación.

Abandonamos las maletas en la habitación, y salimos corriendo a la calle, para aprovechar lo que quedaba de tarde.

Mapa de autobuses que pasan por Old Street.

Justo delante de la puerta del hotel estaba la parada de la línea de autobuses que nos iba a llevar cerca de Covent Garden. Mientras llegaba el autobús, estuvimos mirando los planos e indicaciones de las distintas líneas, y hay que reconocer que son bastante explicativas y fáciles de entender. La red de autobuses de Londres es bastante extensa, cuenta con numerosas paradas y líneas, gran parte de las cuales pasa por Trafalgar Square, y la frecuencia de paso es bastante alta, por lo que resulta un medio de transporte muy útil para los turistas. Además, al parecer en las taquillas del metro facilitan un mapa con las distintas líneas, aunque esto no lo llegamos a comprobar.


Autobús londinense de dos pisos. Pues bien, tras pocos minutos de espera, era la hora de montar en un 'double decker', los famosos autobuses rojos de 2 plantas, uno de los símbolos de la capital británica. Funcionan desde 1829 (al principio tirados por caballos), y surgieron con la idea de ahorrar gastos en conductores. Su color (igual que el de las cabinas telefónicas) obedece a simples criterios de visibilidad, muy importantes sobre todo en invierno, cuando la niebla se instala sobre la ciudad.

Entramos sin problema con nuestras tarjetas Oyster y, evidentemente, fuimos a sentarnos al piso de arriba.

Viajamos de Old Street hasta Aldwych Square, disfrutando de cada detalle que veíamos por las ventanas: las típicas cabinas telefónicas, la circulación por la izquierda, las bellas avenidas y los extraordinarios edificios de cuatro plantas que pueblan toda la extensión de Londres. 

Hay que tener cuidado con prever a tiempo la parada donde hay que bajarse, ya que se necesita un tiempo para bajar al piso de abajo, y a lo mejor se te pasa la parada.

No obstante, la circulación no es excesivamente fluida, y además los conductores suelen ser bastante permisivos con los viajeros turistas despistados. Además, y a diferencia del metro, las paradas de autobús están bastante próximas unas a otras, por lo que un despiste tan solo os costará un paseo de unas decenas de metros.

Plaza de Aldwych en Londres.

Nos bajamos en Aldwych, y desde allí nos dirigimos a Covent Garden. 

Jubilee Market Hall en Covent Garden, Londres.


A pesar del extraordinario ambiente que había en Covent Garden, tuvimos suerte y conseguimos sentarnos en una terraza en la misma plaza, frente al Museo de los Transportes de Londres. No figuraba dentro de nuestros planes visitarlo, a pesar de que dicen que los niños se lo pasan bastante bien en él. Si estáis interesados, podéis visitar este enlace.

Entrada al Museo de los Transportes de Londres.

Pudimos comprobar que el reformado mercado de abastos contiene en su interior numerosos establecimientos de restauración en los que reponer fuerzas.

Interior del mercado de Covent Garden, Londres.

Éstas van a ser necesarias para admirar los puestos ambulantes del mercado, las originales actuaciones de distintos artistas alrededor del mercado, o la multitud de tiendas que rodean la plaza. 


Covent Garden.

Esta plaza constituye una obligada visita para todo viajero en Londres, y siempre encontraréis alguna actuación musical, de magia, de mimo, que hará las delicias de los pequeños. 


Actuación callejera en Neal Street.

Abandonamos Covent Garden, y a escasos metros encontramos un lugar donde cenar: Maxwell's, un restaurante de comida americana. Una vez consumidos los refrescos mientras esperábamos el encargo realizado, y dada la ligera tardanza en servir la comida (estaban un poco desbordados, ya que celebraban su 4 de julio, día de la Independencia), pusimos a prueba los conocimientos adquiridos previamente al viaje. 

Solicitamos una 'jar of tap water', que nos sirvieron de inmediato. Una jarra con agua 'del grifo', que se puede beber sin ningún temor a adquirir ninguna enfermedad estomacal, y que los camareros de todos los bares, pubs y restaurantes sirven amablemente y de forma gratuita, con hielo y un trocito de limón.

Escaparate en Neal Street.

Tras la cena, paseamos por la calle comercial de Neal Street, llegamos hasta la plaza de Seven Dials (Volveríamos días más tarde para encontrar la séptima esfera del reloj, invisible a estas horas), bajamos por St. Martin Street, hasta llegar a Trafalgar Square.


Trafalgar Square por la noche.

Ya era de noche, y en un principio nos desilusionó un poco la escasa iluminación de la plaza, no así de la National Gallery y de St. Martin in the Fields.


Vista nocturna de la iglesia de St. Martin in the Fields.

Hicimos unas cuantas fotos, y decidimos dar por concluido nuestro primer medio día en Londres, regresando en metro hasta el hotel.





Día dos. Museo de Historia Natural, Harrod's, Hyde Park, Piccadilly.

Amanece cerca de las 5 de la mañana (hora local, a la tabla de al lado hay que quitarle una hora). Afortunadamente, las cortinas de la habitación son lo suficientemente tupidas como para no dejar entrar los rayos de sol, así que nos levantamos aún con el horario continental. No obstante, habrá que irse adaptando poco a poco los horarios londinenses. 

Bajamos a desayunar al comedor del hotel. Habíamos contratado el desayuno junto con la estancia, ya que nunca sabes si habrá sitios cerca del hotel para desayunar, más aún cuando viajas con niños.

Nos encontramos con un desayuno variado: desde el desayuno continental, hasta las típicas baked beans, pasando por las más habituales tostadas con mantequilla y mermelada, los cruasanes, la fruta, los cereales o los yogures ecológicos. Sin duda, habíamos acertado al contratar el desayuno en el hotel.

Hoy comenzaremos visitando el Museo de Historia Natural (ver enlace). Como quiera que vamos a ver distintos museos a lo largo de estos días, nos resultó oportuno empezar por uno que pudiese resultar atractivo para los niños, con el fin de que no les cogieran manía desde un principio.

El esquema de todos los días iba a ser muy parecido al de hoy. Por la mañana íbamos a aprovechar para visitar los museos, y por la tarde daríamos paseos por calles y jardines. En primer lugar, porque por las mañanas los niños están más 'frescos' y despejados, e iban a asimilar mejor las 'tediosas' visitas a los museos. Y en segundo lugar porque en Londres casi todos los museos cierran entre las 17:00 y las 17:30 horas, por lo que resulta difícil hacer una visita completa a los mismos después de comer.


Fachada principal del Museo de Historia Natural de Londres.


Así que tomamos la línea de Piccadilly y nos bajamos en South Kensington. Dentro del metro, seguimos las indicaciones que hay para llegar al museo, recorriendo varios interminables túneles, que también enlazan con el museo de Ciencia y con el Museo de Artes Decorativas. 

Por fin subimos a la superficie y nos encontramos de frente con el magnífico edificio que alberga el Museo. Si el exterior es así de bonito, el interior no podía defraudarnos. 

Fachada principal del Museo de Historia Natural de Londres.

Había una pequeña cola para acceder a él, a pesar de que era temprano, pero comprobamos con agrado que avanzaba bastante rápidamente. 


Detalle de la fachada principal del Museo de Historia Natural de Londres.Portada de la fachada principal del Museo de Historia Natural de Londres.


De hecho, la cola se debe al pequeño control de seguridad que realizan sobre los bolsos, ya que la entrada, como en gran parte de los museos londinenses, es gratuita, y ello hace que la entrada del público al museo sea más fluida. Aprovechamos el control para preguntar si era posible hacer fotos en el interior. Nos contestaron que ‘plenty’, que podíamos hacer todas las que deseáramos. En realidad, esto es algo habitual en la mayor parte de los sitios que visitamos, lo cual nos satisfizo enormemente.


Patio principal del interior del Museo de Historia Natural de Londres.

Una vez dentro, atravesamos rápidamente el magnífico patio central, y nos dirigimos directamente a la sala de los dinosaurios, ya que habíamos leído que normalmente se formaban grandes colas para entrar en esta sección, por ser quizás la más espectacular. Sin embargo, no sé si porque era primera hora o por qué, pero lo cierto es que accedimos sin problemas.

Sala de los dinosaurios del Museo de Historia Natural de Londres.

Esta gran sala es quizás lo mejor del museo. Espectaculares esqueletos de dinosaurios, garras, dientes, cráneos, patas diseccionadas y reproducciones móviles a escala natural.

Sala de los dinosaurios del Museo de Historia Natural de Londres.

Y no podemos olvidarnos del continente: el magnífico edificio que alberga el museo, y cuyo esqueleto de columnas y vigas no desmerece el de sus vetustos habitantes.

Sala de los dinosaurios del Museo de Historia Natural de Londres.Sala de los dinosaurios del Museo de Historia Natural de Londres.

En esta sala estuvimos cerca de una hora, tanto por el interés que suscitaba en los pequeños como en los mayores.

Sala de los dinosaurios del Museo de Historia Natural de Londres.

Posteriormente nos dirigimos a la sala dedicada al cuerpo humano. Aquí encontramos numerosos terminales informáticos que los niños acapararon con fruición. Una vez que conseguimos despegarlos de sus pantallas hipnóticas, nos dirigimos a visitar el resto de la sala, hasta que llegamos a unos divertidos espejos deformantes que hicieron las delicias de los niños.


Sala del cuerpo humano del Museo de Historia Natural de Londres.Sala de los espejos del Museo de Historia Natural de Londres.

Abandonamos la sala, y atravesamos una serie de secciones con un formato de exhibición más decimonónico. En una serie de vitrinas se exponían mamíferos, aves, etc., algunos de ellos realmente insólitos, hasta que llegamos a la estancia donde se encuentra la gran ballena azul.


Sala de la ballena azul del Museo de Historia Natural de Londres.

Se trata de otro punto del museo que no hay que perderse. Una ballena azul de dimensiones descomunales ocupa casi todo el espacio, empequeñeciendo con su presencia a los grandes mamíferos y otros animales marinos que se exponen a su alrededor.

Sala de la ballena azul del Museo de Historia Natural de Londres.

Dado el cansancio físico y mental de los niños, optamos por recorrer a buen paso otras estancias, también dispuestas en formato antiguo (insectos, aves). 

Sala de las aves del Museo de Historia Natural de Londres.


Subimos al primer piso a través de una original escalera mecánica, y encontramos allí una extraordinaria y vistosa colección de minerales y piedras preciosas, convenientemente expuestas, que nos reconfortaron de nuestro cansancio. 


Sala de los minerales del Museo de Historia Natural de Londres.Sala de los minerales del Museo de Historia Natural de Londres.



Lástima que la sección donde simulan los terremotos estuviera cerrada por obras de mantenimiento, ya que dicen que es otro de los puntos ‘calientes’ e imprescindibles del museo.


Escalera de subida al primer piso Museo de Historia Natural de Londres.

Concluimos de esta manera la visita, atravesando nuevamente el extraordinario patio interior y salimos a la calle.
Gran patio central del Museo de Historia Natural de Londres. Gran patio central del Museo de Historia Natural de Londres.
  


Era hora de buscar un sitio para comer. Nos dirigimos por la calle Exhibition Road, y al atravesarla descubrimos numerosos establecimientos de restauración. Finalmente nos decantamos por un italiano en Thurloe Street, donde comimos excelentemente.

Brompton Oratory en Brompton Road.

Ahora caminamos por la magnífica avenida de Brompton Road, centro comercial del barrio de South Kensington, hasta que llegamos a Harrod's

Fachada principal de los almacenes Harrod's de Londres.

Dada la composición de nuestro grupo (4 adultos y 4 niños), decidimos muy a nuestro pesar ir directamente a la planta 4ª, donde creíamos que se hallaba la sección de juguetes. Aunque una vez allí, nos dirigieron hasta la planta tres, que es donde están ubicados actualmente.

La mejor definición de la sección la dio uno de los pequeños: ‘El paraíso de los juguetes'. Sin duda, esta descripción encaja perfectamente con la exposición de juguetes que allí vimos. Lamentablemente, aquí no se podían hacer fotos.

Tuvimos a nuestro alcance juguetes y cacharros que tardaremos un par de años en verlos masivamente distribuidos en las tiendas de todo a un euro, pero que lograron sorprendernos: mini aparatos voladores, nieve artificial... Me imagino cómo debe ser esta planta justo antes de Navidad.

Salimos de los almacenes, y nos encaminamos en dirección a Hyde Park. En el camino, nos topamos con la tienda de McLaren, con un fórmula 1 expuesto en el esparate, y echamos unas fotos. 

Tienda de los coches McLaren en Londres.



Una vez en Hyde Park, atravesamos las pistas para los caballos y nos acercamos al lago Serpentine, buscando un sitio donde tomar un refresco que nos aliviase del calor que estábamos pasando.

Zona de descanso al lado del lago Serpentine, en Hyde Park.

Tomamos asiento en una terraza próxima al lago, y una vez hidratados, proseguimos nuestro camino hasta el embarcadero, donde consultamos los precios y los distintos tipos de embarcaciones disponibles (puedes hacerte una idea en este enlace).

 Embarcadero del lago Serpentine, en Hyde Park.

Dado que las barcas eran de 6 plazas, decidimos dividirnos en dos grupos: los niños y las aficionadas a los deportes acuáticos alquilaron una embarcación a pedales por una hora. Un relajante paseo en barca entre cisnes, patos y otras aves acuáticas que no conseguimos identificar. 

Embarcadero del lago Serpentine, en Hyde Park. Lago Serpentine, en Hyde Park.

Estatua de Peter Pan en los Jardines de Kensington.El resto de la expedición dimos un paseo hasta el memorial de la princesa Lady Diana, situado en la parte de Hyde Park denominada Kensington Gardens. Para ello seguimos un camino que nos llevó a la estatua de Peter Pan, a la que fue difícil hacer una foto sin que hubiese algún niño a su lado.



Restaurante Lido en la orilla del Lago Serpentine, en Hyde Park.







Y de regreso, dimos la vuelta por el otro lado del lago, pasando por el Lido, una cafetería con unas preciosas vistas al lago Serpentine. 


Césped de Hyde Park.A lo largo de este paseo, pudimos comprobar la distinta utilidad que se le da en Londres a los parques, respecto a otros países. Aquí todo el mundo accede libremente al césped, ya sea para tumbarse a tomar el sol, para sentarse a leer o comer, para jugar, todo ello de una forma gratificante y respetuosa con el medio ambiente. Difícilmente encontraremos un papel, una lata de refresco, o cualquier otra basura abandonados en el césped.


Una vez reunificado el grupo, era hora de dejar Hyde Park. Buscamos los servicios públicos del parque en uno de los numerosos paneles informativos (aquí puedes ver un plano del parque) que hay en éste y en el resto de parques de la ciudad, y comprobamos agradablemente su estado de limpieza (nada que ver con los urinarios públicos a los que estamos acostumbrados).

Antes de salir del parque nos encontramos con un árbol muy curioso, bajo el cual los niños pasaron un buen rato, e igualmente se divirtieron con las ardillas que salieron a nuestro paso.

Árbol extraño de Hyde Park. 

Al parecer, hay cierta animadversión de los londinenses respecto a estas ardillas, de procedencia americana, y que están sustituyendo a las ardillas autóctonas, menos simpáticas y sociables.

Ardilla en Hyde Park.


Salimos del parque por el noreste, donde nos encontramos con la arcada de entrada a High Park, el memorial a los Machine Gun Corps y el Arco de Wellington, y nos dirigimos hacia Piccadilly Street. 

Arcada de entrada a Hyde Park. Arcada de entrada a Hyde Park.


Arco de Wellington, en Londres. Monumento en Hyde Park.

Semáforo para jinetes, cercano a Hyde Park.Semáforo para jinetes, cercano a Hyde Park.

Cruzamos la calle Constitution Hill desde la que se vislumbraba Buckingham Palace, a través de un paso de cebra donde había un semáforo para jinetes, y nos tropezamos con un bonito memorial de las fuerzas aéreas (RAF). 

Memorial de las fuerzas aéreas británicas RAF.

Un poco más adelante, en la misma calle, pasamos por delante de las galerías Burlington Arcade. Ya estaban cerradas, así que sólo pudimos entrever sus lujosos escaparates a través de la verja.

Galería comercial de Burlington Arcade. Patio del edificio de la Burlington House.

Lo siguiente que nos encontramos fueron las galerías Fortnum and Mason. En su fachada estaba el reloj y los dos habitáculos donde se ocultan las figuras que representan a los dueños de los almacenes, que cada hora en punto salen para comprobar la calidad de los productos del establecimiento.

Detalle del reloj de la fachada de las galerías Fortnum and Mason. Fachada de las galerías Fortnum and Mason.

No tuvimos la fortuna de pasar por la puerta a un hora exacta, así que proseguimos nuestro camino hasta Piccadilly Circus, encontrándonos cada vez más rodeados de una multitud de turistas y londinenses, subidos gran parte de ellos a la estatua de Eros que preside el centro de la plaza.

Piccadilly Circus.

De ahí en adelante, la calle peatonal era un hervidero de personas que habían salido a disfrutar de este magnífico y soleado fin de semana que comenzaba. Buscamos un sitio para tomar una cena frugal en un bar cercano, nos hicimos un par de fotos delante de los famosos anuncios, y pusimos fin a nuestro día de turismo.

Rótulos luminosos de Piccadilly Circus.


Rótulos luminosos de Piccadilly Circus.